MI NOMELLAMO
Una noche en un taller colmado de botones, hilos, agujas y telas de colores, casi mágicamente, nació un NOMELLAMO.
La criatura miró este mundo por vez primera con sus ojos chuecos y su cabeza torpe en una lucha constante contra la gravedad hasta conseguir mantenerla firme. En un gesto un tanto extraño hizo aparecer en sus manos un pequeño corazón remendado y revisando de forma rápida el caótico taller encontró una gacilla con la que lo colgó en su pecho para continuar examinando entre asombro y un poco de susto el que sería su nuevo hogar.
Entre gestos, señas y muecas logramos entendernos, pasaron los días, y NOMELLAMO se familiarizó naturalmente al taller. Un día escarbando entre retazos y cajones de herramientas desordenadas, encontró lápices de color, pinturas y papel que lo capturaron por horas. Dibujando y dibujando hizo retratos míos, de los dos juntos, de mi mundo según sus ojos, de su particular familia de donde provenía y de ese puente indescriptible que nos unía.
Como pudo retrató lugares increíbles, seres mágicos, voladores, subterráneos y terrestres, esos que usualmente habitan en la cabeza de los niños. Un mundo paralelo con su propio tiempo y sus propios colores, un mundo habitado por criaturas tan diversas como chistosas y tiernas, un lugar lleno de alegría…de caótica alegría.
Mi NOMELLAMO se convirtió en mi compañero inseparable, mi mascota y confidente. Ahora somos un taller de monstruos y experimentos, encabezados por ese primer pequeño aventurero.
Con su ayuda y su guía fuimos trayendo más NOMELLAMOS, cada uno llega ansioso de conocer este mundo y sus inquilinos. Confieso que un pedazo de mi se va cada vez que los veo llegar, crecer y encontrar su propio destino; y aunque quisiera poder dejármelos todos, sé que no puedo ser tan egoísta. Siempre hay alguien más a quien un NOMELLAMO puede hacer feliz con sus travesuras y ocurrencias...muchos más.